Dejando el masmelo aparte por un segundo, escribir contenido para una marca de brownies es uno de los ejercicios creativos más complejos que he hecho.
¿La razón?
Antojarse cuando uno tiene en frente ese brownie fresco y melcochudo es extremadamente fácil. Pero lograr convertir ese antojo en palabras es otra historia. Porque la traducción entre las imágenes mentales y las palabras no es innata.
Así que voy a hacer mi mejor esfuerzo por describir de alguna manera por qué me hace feliz encontrar un pedazo de masmelo melcochudo en medio de un brownie, o en versiones diminutas sobre un chocolate caliente, entre un par de galletas Graham (más conocidos como S’mores) o cubierto por chocolate de leche.
Siempre como acompañante, porque nadie quisiera un plato gigante con 250 Gr. de masmelo.
Sin embargo, cuando veo una carta en un restaurante y leo «Pie de chocolate con fudge de masmelo» o «Crust de galleta con crema de masmelo» no puedo evitar antojarme. Me imagino un baile melcochudo de sabores y texturas casi obsceno. Una dulce amalgama en la que nada puede salir mal. El sueño de cualquier niño, disfrutado por un niño de 47.
A propósito de niños y malvaviscos, en el conocido test del masmelo la coordinadora del experimento pone frente a cada niño un plato con un masmelo y se les plantea una elección antes de que ella salga de la sala. Quienes todavía tengan el masmelo en su plato cuando ella regrese, recibirán otro. Quienes se lo hayan comido, no recibirán nada.
Los resultados del test son sorprendentes y demuestran que los niños que fueron capaces de esperar más minutos antes de comerse el masmelo, tuvieron un mejor desempeño en sus pruebas para la universidad (SAT), entre otros resultados muy interesantes relacionados con la capacidad para resistir la gratificación instantánea y su relación con el abuso de drogas, entre otras cosas.
Pero podría apostar que los resultados hubieran sido muy diferentes si ese masmelo hubiera estado bañado en chocolate, derretido sobre un brownie o en alguna otra preparación irresistible.
Porque el masmelo es sin duda uno de los mejores actores secundarios de la pastelería.
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Feliz brownie,
Rodrigo.